jueves, 27 de marzo de 2014

"Bueno, algunas canciones"

Estoy en el Corte Inglés en la sección de discos y escucho a un chico y a una chica, de unos 18 ó 19 años que miran unos discos y hablan de nombres raros de cantantes que no conozco… no sé por qué me da que no tienen mucha confianza porque es como uno de esos primeros temas que hablas cuando conoces a alguien, y no parece que sepan mucho el uno del otro. Hasta que se quedan callados delante de la sección de exitazos del momento y él le pregunta ella: ¿Y Laura Pausini te gusta? … y ella se queda callada medio segundo y contesta “bueno, algunas canciones”.
Y me pregunto en qué momento hemos llegado a esto de que nos dé vergüenza admitir que nos gusta tal o cual cantante, película o serie, porque esté mejor o peor visto según no sé bien quién. Vayan a pensar que, vayan a decir que, o vayan a dejar de ser mi amigo porque escuche a Raulito en secreto. Como Spotify cuando te dice “Si te da corte que sepan lo que escuchas… escúchalo en sesión privada”.
Claro, escuchémoslo en sesión privada, y vayamos al concierto solos y al cine solos no vaya a ser que nos descubran siendo nosotros mismos. Vamos a seguir escondiéndonos para que no se rían de nosotros y vamos a esforzarnos para que nos guste lo que nos tiene que gustar, que es lo de calidad indiscutible que nadie se atreve a criticar, y no cualquier mierda que “escuche todo el mundo”. 

Vamos a seguir señalando a los gilipollas que admiten que les gusta Laura Pausini y Pablo Alborán, porque eso es muy mainstream y es música hecha con dos acordes y medio y es una mierda (comparada con las sinfonías de Beethoven que escuchamos todos en casa, claro) y no debería existir. Vamos a seguir señalando a los que escuchan Los 40 y vamos a seguir escondiéndonos de los que señalan, no vaya a ser que perdamos followers por admitir que nos sabemos las canciones de Malú.


Yo qué sé, tío, que es cuestión de gustos, que no te tengo que convencer ni me tienes que convencer, es simplemente ser capaces de respetarnos y de convivir sin hostiarnos. Que es más sano.

sábado, 8 de marzo de 2014

Tú allí, y así, y yo aquí, y así.

Yo estoy hablando con alguien y estoy en mi cama entre sábanas medio dormida con luz medio apagada, en silencio, sin gafas e intentando que no se me salga ni una mano del edredón.

Pero delante tengo una pantalla.

Y al otro lado de esa pantalla, a lo mejor tú estás en mitad de la gran ciudad, rodeado de coches, ruido, frío y gilipollas que no dejan de hablar de tonterías a tu lado mientras esperas un autobús que no llega.

Y estamos teniendo la misma conversación.

Tú allí, y así.

Y yo aquí, y así.

Y a lo mejor yo te imaginaba en una situación parecida a la mía, lo que convertiría todo en una conversación más íntima. Más nuestra, yo qué sé.
O a lo mejor tú, me imaginabas en una situación parecida a la tuya, lo que convertiría todo en una conversación más irrelevante.  Más tonta, tal vez.

Pero es que antes, siempre estábamos en el mismo ambiente. Teníamos las mismas conversaciones, porque estábamos en el mismo sitio, nos mirábamos y hasta podíamos tocarnos estirando una mano. Pensábamos parecido.  Porque nos rodeaba la misma luz, el mismo olor y la misma música, nos distraíamos con lo mismo o nos centrábamos en lo importante porque nos teníamos delante. Funcionábamos al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Y es que ahora, tú estás hablando de una cosa y yo de otra, porque perdimos lo que nos rodea, y ahí perdimos un click. Perdimos la mitad de la conversación por el camino, porque ni estamos cerca ni podemos observarnos. Perdimos compartir algo más que un puñado de letras mal puestas y un par de muñecos que no dicen ni la mitad de lo que deberían. Pasamos de estar en la misma habitación a estar en habitaciones diferentes, ciudades diferentes o incluso países diferentes. Y pretendemos que comunicarnos a través de botoncitos sea lo mismo que hablar.


Cómo vamos a pensar lo mismo, a conectar igual, a hablar igual y a contarnos lo mismo, si yo acabo de pisar una mierda mientras lucho porque los dedos no se me congelen al mismo tiempo que cruzo un paso de peatones que ya está en rojo y tú acabas de terminar de ver una peli buenísima en el sofá con una manta al lado de una estufa.


Cómo vamos a pretender lo mismo cuando nos miramos a una pantalla y no a los ojos.