Que amistades raras, tenemos todos.
Pero de lo raro, lo mejor.
Conocemos a gente por casualidad constantemente. Dijo
alguien algún día que así es como se tienen que conocer a las personas, por
casualidad. La mayoría de las veces que buscas algo no lo encuentras. Y las
personas, como los objetos perdidos, aparecen cuando dejas de buscarlas.
La única diferencia es que nunca los perdiste.
O sí.
Porque me gusta pensar que estamos predestinados a cruzarnos
con según qué gente. Nunca los perdimos, pero de alguna manera, nos hacen
falta. Algunas personas son cruciales para que hagamos algo concreto, decidamos
o pensemos según qué cosas. Te ayudan a hacerte camino al andar, como decía
aquel poeta.
No necesariamente un amigo o un Amigo.
Una persona suficientemente carismática, importante, a veces anónima y a veces
no, pero con suficiente poder como para influenciarte y hacerte pensar cosas
que antes no habías pensado. Descubrir lo que tú solo no habrías descubierto. Contarte
lo que nadie te había contado.
Presentarte un mundo nuevo, decirte de qué hilo tirar, casi
sin darse cuenta.
Y de repente miro para atrás y me doy cuenta de lo diferente
que habría sido todo si no me hubiera cruzado con vosotros. Por separado. Cada
uno a su manera. Y justo así y en ese momento. Creo que la mitad de las cosas que hago o que he hecho se las debo a gente que me ha influenciado para bien. y eso da para muchos párrafos.
Que nunca sabremos dónde estaríamos ahora, con quién estaríamos hablando y de
qué, si no hubiéramos coincidido en el sitio adecuado en el momento adecuado.
En mitad de una casualidad.
La mayoría de las veces la gente aparece de la nada y porque
sí.
A veces los conoces y a veces no.
Pero si es que sí, luego te preguntarán. Cómo os
conocisteis. Por qué. Dónde.
Y tú no sabrás explicar bien. No sabrás explicar cómo para
contar lo raro y al mismo tiempo especial.
Y entonces responderás,
que amistades raras,
tenemos todos.
Pero de lo raro,
lo mejor.