miércoles, 12 de diciembre de 2012

Comunicación sin idiomas


Y entonces más de sesenta voces, cada una diferente y divididas en cuatro, llenan la habitación.
Ninguna habla mi idioma, al menos hasta donde yo sé.
Ni yo el suyo.
Pero eso, a estas alturas, qué más da.

Él no es nadie especialmente carismático ni permanentemente sonriente. No es alguien alucinante. Pero tiene algo que me fascina. Y no sé bien qué es. Aunque tal vez sea simplemente el hecho de que es el responsable de que vuelva a tener una partitura en la mano.

Notas que suben y bajan, gente concentrada mirando un papel, ejercicios vocales que hacen que algunos rían y sonrían mirando al del piano.

El piano.

Acompañando cada palabra que sale de nuestras cuerdas vocales con notas que no están en los papeles. Con ritmos que aparecen casi sobre la marcha en esos dedos que hacen que algo se me mueva dentro y que no pueda evitar mover el pie.
A veces parecen sonar muchas más notas que dedos tiene.
No dejo de oír unos bajos en la mano izquierda que encajan mejor que perfectamente con esos agudos. Y parece que lleve toda la vida escuchándolos.
Paramos, seguimos, callamos, cantamos.
Suena solo el piano.
Se detiene en acordes concretos.
Acordes que me suenan a un pasado muy cercano. Acordes de armonías perfectas que llevarán su séptima, su dominante, su quinta y todos esos elementos que hacen que me suenen tan increíbles aunque ya no los recuerde bien.
Sus bajos y sus agudos, la perfección sonora. El ‘qué bien suena’.
Un acorde, simplemente.
De dos manos, de seis o siete notas. 
De esos con los que convivía a diario y que de repente me parecen magia.  
Y de repente mis dedos en un teclado blanco y negro.
Aunque este con letras.

La ilusión en su cara, en sus ojos, en sus manos.
Su cabeza medio calva.


No hablamos el mismo idioma,
pero nos entendemos.

Porque lo veo mover la cabeza mientras mira el teclado, lo veo mover las manos mientras explica, lo veo sonreír cuando terminamos de cantar. Le veo el pie medio de lado en el pedal, lo escucho cantar como si estuviera solo en casa y parece feliz durante hora y media viendo los resultados de ejercicios o de partituras enteras. Y ya me he dado cuenta de su perfeccionismo al vernos capaces. 
Sólo quiero  verlo tocar.
Sólo tengo ganas de vivirlo al revés, desde la ventana en vez de frente a ella.
Observar sus partituras, sus manos, sus pedales, su piano. Aunque me pierda su expresión. Sólo un rato. Que me subtitulen por un rato para poder fijarme en cada detalle y en cada palabra.
Pero sólo un rato, porque me está gustando tanto la sensación de no entender y entendernos.

Son tantas voces y tan diferentes a lo que estoy acostumbrada, que cada nota es grande.
Es un millón de cosas. 
Y es él divirtiéndose tanto que me dan ganas de llegar yo ahí.

Y lo mejor es que no entiendo nada. Que alucino sin comprender una palabra.

Sólo esos bajos, esos acordes tan potentes. Esas tantas voces a veces al unísono y a veces a cuatro inundándolo todo, o a veces comentando la jugada con el de al lado, tan felices aunque no sepa qué se dicen. Esas cuatro melodías totalmente encajadas formando armonías a veces increíblemente perfectas.

Y él, que por lo que dice y no distingo, sabe muchísimo. Y sabe cómo divertirse y divertirnos.

Comunicación sin idiomas.
Y de la que remueve cosas por dentro.

Magia.

Música. 


sábado, 27 de octubre de 2012

Para algunos es tan fácil
que ni se dan cuenta de que lo consiguen.

Y lo difícil que es llegar a algo.
Llegar a alguien.

Hacer algo.
Que te guste.

Que merezca la pena. 
Que te apasione.
Que te ilusione.

Hacerlo bien.
Sentirte mejor. 

Llegar a algo.
Llegar a alguien.

Triunfar. 


sábado, 13 de octubre de 2012


Y entonces, entre tantos mensajes, tantos tweets y tantos comentarios en todas las redes sociales existentes del mundo, me crucé con uno de una tal Diana746 en el que sólo había una palabra, que probablemente podía decir nada o podía decir todo, un mensaje que me llegó más que ningún otro: gracias.

Gracias, decía.

Gracias por qué, me pregunté en un principio. Y estuve dándole vueltas.

Pero si no había nada más, es que quería decírmelo todo con eso. 

Entonces me di cuenta de la influencia que estaba empezando a tener, de la influencia que podía llegar a tener en la gente. De repente me dio vértigo. No me lo creía. No sabía quién era esa tal Diana, ni sé qué edad tendría. Ni quién era yo para removerle cosas a la gente. Pero me hizo ilusión leerlo, me encantó recibir algo así por la simple razón de que… con un gracias, creen que es suficiente. 

Me agradecen lo que estoy haciendo. 
Y estoy empezando a pensar que estoy causando en toda esta gente algo grande. Algo que quieren transmitirme de alguna manera pero que creen que nunca llegan a conseguir, porque no les hago caso o porque no me lo creo y es que, a veces, con poco se dice mucho. Y lo consiguen. Y lo consiguió: gracias.


Interprétese al gusto, pero pienso yo que gracias por lo que hago, por lo que provoco en ellos y por lo que les estoy haciendo vivir. Igual es un poco ego pensar todo esto de mí mismo, pero es lo que percibo de todo este fenómeno fan, que tampoco sé si es adecuado llamarlo fenómeno fan porque no es tanta gente. No soy Justin Bieber ni siquiera a la española, y me alegro, también. Porque no sólo no soy Justin Bieber, sino que tengo un público… muy reducido, muy seleccionado, diría yo, vamos, una pandilla de frikis – en el mejor sentido de la palabra, sigo sin entender por qué hay gente que se ofende con esta palabra- que les gusta lo que hago. Pero en fin. Que lo siento así porque así es como me sentía yo cuando era público. Y por eso creo entenderlos. Soy muy feliz, viendo que le llego a la gente y que me lo transmiten, y con mensajes tan simples como ese, me hacen sentir que hago algo útil en el mundo, de hecho, pienso que una de las cosas más útiles y gratificantes que se pueden hacer: hacer feliz a la gente. Y es que vuelvo a repetir, que puede sonar ego, pero es que es lo que creo, es lo que recibo, es lo que veo en esas sonrisas y en esos ojillos cada vez que firmo un disco, es lo que veo en esas fotos en las que me etiquetan, es lo que veo en cada mirada y en cada comentario. Ilusión. Felicidad. Y eso es impagable, es increíble, es genial, es algo que no se puede contar en un comentario, es algo que no se puede expresar en 140 caracteres, es algo que sólo lo podrán decir las imágenes o los vídeos, y tampoco llegarán nunca a reflejarlo del todo bien. Aunque esto esté sonando a tuit de famoso.


No sé, es que también me da rabia, que la gente piense que detrás de esto sólo hay dinero, y que todo se mueve por dinero, y que todo es comercial y mentira, y que somos actores y que detrás de las cámaras y de los conciertos somos unos bordes. Pues puede haber gente que sí, claro que la habrá. Hay de todo como en todo. Pero yo creo que soy la misma persona delante y detrás,  con los seguidores y con mi familia. No sé ser de otra manera. Y detrás de la música puede haber dinero, sí, ¡claro! ¡vivo de ella! pero hay mucho más. Como decía Picasso: no pinto para vender sino que vendo lo que pinto. La música es mucho más que dinero, de hecho, la música no debería ser dinero. Lo que mueve el mundo, lo que mueve a la gente en todo este rollo, y lo que hace feliz de verdad a toda esta gente de la que hablo, no es el dinero, es la música en sí, lo que transmite y lo que nos remueve por dentro, la gente que la vive y lo que une y... yo qué sé, es un todo difícilmente expresable, ya lo he dicho.

Y gracias, dicen.
Gracias a vosotros, por estar ahí siempre, por hacerme sentir mejor que bien cada vez que tengo una guitarra encima, por hacerme feliz, porque sin vosotros yo seguiría tocando en mi casa encerrado, porque sin vosotros no habría llegado hasta aquí, y lo más importante, porque sin vosotros no disfrutaría tantísimo. Escuchar cómo alrededor de 10.000 personas cantan juntas una letra y una música que yo he compuesto en mi casa solo con mi guitarra es lo más grande que le puede ocurrir a un músico. Y eso sí que es indescriptible. Gracias, os las doy yo. Por estar, por ser como sois y por darme la oportunidad de entrar en este mundo, que compartido con 10.000 personas es mucho mejor. Y el dinero, al menos para mí, al final, es secundario. Aunque no puedo negar que me dá de comer. Y eso es ser muy muy afortunado. 

El disfrute personal va por delante, y como ya os digo, lo que se siente encima de un escenario es algo que no se puede contar, igual que siempre fui incapaz de contar lo que se siente de público. Esto es otra cosa, muchísimo más y muy diferente, recibiendo de la gente el triple de lo que damos.

La música tiene poderes...
la música... y la ilusión. 
Mueven el mundo.  

(15.4.2011)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Marionetas

Esta reflexión que voy a hacer probablemente sea aplaudida por cuatro frikis como yo, qué digo cuatro, uno o dos como mucho, pero creo que la grandísima mayoría de la gente va a pensar raro, van a decirme radical, friki, y cosas del estilo (Total tampoco tengo mil visitas al mes así que igual me estoy yendo de guay) Pero la voy a hacer igualmente. Y no va en contra de nadie, lo prometo, va en contra de algo que a mí no me gusta, y como no puedo cambiarlo, lo escribo aquí, que es lo único que puedo hacer.

No me gustan las discotecas. No-me gustan-las discotecas. No sé por qué siempre me da un no sé qué-qué se yo decirlo alto y claro. No me gustan las discotecas. Lo he intentado, bastantes veces, y por más interés que le pongo... no me gustan las discotecas. No lo puedo evitar.
Venga, ven, que luego te lo pasas bien. No, a ver, no me lo paso bien. Eso es porque vas con poco entusiasmo. Voy con poco entusiasmo porque ya llevo muchas noches aburridas encima y sé que desde el minuto uno voy a estar esperando que llegue la hora de irnos, porque es así siempre, pero las primeras iba dispuesta a pasármelo bien, de verdad. Anda, eso depende del sitio al que vayas. Sí, probablemente sí, pero sólo recuerdo dos o tres, cuatro noches a lo sumo, dentro de una discoteca, que me lo haya pasado bien. Y eran circunstancias especiales que no se volverán a repetir. Con esto hablo de despedida del instituto y demás.
Venga, haz el esfuerzo. Mmm... eso hacía antes, esfuerzos, pero he empezado a preguntarme hasta qué punto tengo que 'esforzarme' para pasármelo bien. Pasárselo bien no debería implicar esfuerzos, ¿no? opino.
Tía que es sábado, toca salir. ¿Toca? ¿A quién le toca? ¿Es una obligación? Es que salir puede tener muchos significados, o al menos a mí, me gustaría que los tuviera.

Bien, pues me parece que sí, que probablemente yo soy la rara y la única a la que no le gustan las discotecas, pero tengo una teoría. La gente sale de fiesta porque el resto de gente sale de fiesta. Porque no hay otra cosa que hacer, y como parece ser que funciona el plan (porque no hay otro, recordemos) pues a los jóvenes sólo nos ofertan eso. Y como sólo nos ofertan eso, pues no hay otras cosas que hacer, y ni nos lo planteamos porque, además, es lo que todo el mundo hace. No sé si me explico, es una especie de círculo vicioso, de pescadilla que se muerde la cola.
Ahora, supongamos que hay mil cosas que hacer en una ciudad. Y pensaréis, ¡las hay! ¡y más en Madrid! ... vale, sí, pero tienes que buscar y buscar y dar con un par de frikis que estén leyendo poesía en un bar o algo, y eso tampoco es común. Y menos encontrar gente que quiera acompañarte.

Supongamos que hay mil cosas que hacer, pero de verdad. Que las conversaciones entre jóvenes de 20 años en vez de ser ¿A qué discoteca vamos esta noche? fueran ¿QUÉ hacemos esta noche?
Refundemos las noches juveniles. Empecemos de cero. No sé, supongamos que hay discotecas, sí, pero que también hay... echémosle imaginación, que también hay partidos de fútbol en directo y baratos, incluso torneos, que también puedes incluso jugar partidos, ya sea fútbol o cualquier deporte, supongamos que hay boleras, conciertos y jams sessions, clases de música en grupo (por decir...) que hay torneos de juegos de cartas, que hay, yo qué sé, catas de comida a ciegas, que hay muchas salas de microteatro, que hay karaokes por todas partes, o incluso bares con jueguecitos del tipo concursos de televisión. O incluso carreras de cars, o incluso conciertos interactivos, yo qué sé. Además de cine y pubs que también existirían. Y, por supuesto, todo esto se haría en grupo y con el factor alcohol a gusto del consumidor.
Supongamos, también, que nadie ha probado ninguno de estos planes (y muchos otros que no se me han ocurrido a mí pero que se le podrían ocurrir a cualquier mente un poco creativa y con ganas de hacer dinero) y que ninguno es mayoritario y que no conocemos ninguno en primera persona.
Elijamos ahora lo que queremos, entre todo eso. ¿Que probablemente mucha gente seguiría eligiendo la discoteca? Sí, probablemente. Pero otra mucha gente se dividiría entre el resto de planes.

Quiero decir que nos (os) están imponiendo lo que hacer. Que ni nos (os) lo planteamos, porque no nos ofertan otras cosas, y han conseguido que nos (os) guste salir de fiesta porque han visto que al principio funcionaba, y han hecho desaparecer el resto de planes, si es que antes los había. Que lo hacemos porque lo hacen otros y porque no nos dejan hacer más cosas, porque no las hay. Y probablemente pensaréis: no, a mí es que sí me gusta salir de fiesta. Sí, no digo que no te guste, digo que probablemente también te gustan otras cosas pero ahí fuera se han empeñado en que sólo te gusta eso. Piénsalo un momento.

Igual esto está quedando muy prepotente y parece que te estoy diciendo lo que te gusta y lo que no.
Pero es lo que pienso. Que nos manejan. Como hacen con todo.
Y que, una vez más, nos da igual, o lo que es peor, ni nos damos cuenta. Porque han conseguido que nos (os) guste algo que a lo mejor en un principio no nos gustaría tanto si no lo hiciera todo el mundo ni fuera el único plan posible.

Es que estoy un poco harta.

Y soy un poco rara, ya.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Comparta un mensaje rápido.


Comparta un mensaje rápido.

Resuma su día en ciento cuarenta caracteres.

¿Qué está pensando?

¿Qué está haciendo?

Enséñeme las fotos de su último viaje.

Dígame quiénes son sus amigos.

Qué hacen.

Dígame dónde vive.

Dónde nació.

Qué edad tiene y cuándo los cumple.

Si es feliz.

Y
por
qué.



Comparte un mensaje rápido.
Corto, pero potente.

Intenta expresar la ilusión en ciento cuarenta caracteres.
La felicidad.

Dime qué te indigna. Qué te hace sonreír.
Que opinamos parecido.

Cuéntame qué has hecho hoy. Si volverías a hacerlo.
Que igual me animo.

Déjame ver en imágenes lo que viviste lejos.
Que me darás envidia.

Cuéntame con quién te mueves.
Cómo son, por qué ellos, y no otros.

De dónde eres, de dónde sales, qué te hizo llegar hasta aquí.
A dónde vas. 
Y cómo.

Déjame que te felicite en tu cumpleaños, que quizás no sea la última vez.
Quién sabe qué estaremos haciendo mañana.

Cuéntame si eres feliz.
Y por qué.


Y admíteme de una vez, que, 
compartida, 
la vida es más.





Y dime, después de todo, si te atreves, que las relaciones online son mucho más superficiales que las offline. Reconoce, después de todo, que es una mierda que sea más fácil contarle las cosas a una pantalla, pero que muchas veces nos facilita la vida.
Admíteme, como yo te admito, que vamos patrás, pero que a ratos, nos viene bien.
Porque a veces, lo que nace en una pantalla, después se rueda en directo.




miércoles, 25 de julio de 2012

Coches y coches pasando por la autopista. Muy rápido. En ambos sentidos. 
Ellos los miran desde un puente.
De repente él sonríe, sin apartar la vista de la carretera.
- ¿Lo has sentido?
- ¿Qué?
- La unión. Entre todos. Tantos y tan diferentes. De repente, iguales. Movidos por lo mismo. La amistad, el amor, la música, el deporte. Sintiendo lo mismo, latiendo al mismo tiempo. Mirando igual, respirando igual, conduciendo igual. Riendo y llorando. Sólo personas, gente. Tan diferentes... y tan iguales. 


domingo, 15 de julio de 2012

Dicen que cuando una persona te llega "al corazón" (expresión que siempre me pareció muy cursi) pase lo que pase después, ya nunca saldrá de ahí.

Soy especialista en mirar para atrás y mirar con nostalgia todo lo que fue y ya no es.
No sé si es sano, pero no puedo evitarlo.

Nunca las cosas volverán a ser como antes, y nos entretenemos demasiado mirando para atrás sin darnos cuenta de lo que hay delante.
Estoy aprendiendo a conducir y mi profesor dice que lo más importante, antes de cambiar de marcha o de cualquier otra cosa, es buscarte un sitio, ver en qué carril tienes que estar para que no molestes ni te molesten.

Mirar palante y no patrás, que el camino recorrido fue bonito pero ya no es. Y mirar palante porque lo que queda por recorrer probablemente sea mucho más. Y quién sabe si mejor.
Y buscar tu sitio... para que no molestes ni te molesten. Antes de cambiar de marcha.

domingo, 10 de junio de 2012

Sin gafas

Nunca entendí por qué te quitabas las gafas.

Empezaba la clase, o más bien empezabas la clase, y te quitabas las gafas.

Y todos sabíamos que veías una mierda sin ellas. Porque más de uno en alguno de esos momentos cachondeo alumnos-profesor nos las habíamos probado, y tú las nuestras. Y yo no sé cuántas dioptrías había ahí, pero muchas.

Pues empezabas la clase, empezabas a hablar, y te quitabas las gafas.

Y nunca lo entendí.

Y pensaba salir del instituto con esa duda resuelta, pero no te lo llegué a preguntar nunca, y no sé ni por qué. Tal vez en realidad prefería seguir manteniendo el misterio. Porque a mí siempre me pareció un misterio. Tenía que haber alguna razón, eso no se hace porque sí, eso se hace por alguna razón. A veces creía que le daba vergüenza hablar en público y a lo mejor sin gafas le costaba menos, porque no nos veía.
Pero luego pensaba que a estas alturas... no, no creo que le diese corte hablar en público.
O sí, y entonces... era totalmente diferente a como yo pensaba.

No sé, pero, poniéndonos cursis, a mí esos ojos no se me olvidan. Y estamos hablando de un profesor... mayor, bueno, no mayor, vale, pero no joven. Calvo, vamos. Es decir, que no es que estuviera yo enamorada. Le tenía mucho cariño, eso sí. Y todavía hoy creo que es el mejor profesor que he tenido.
Y aunque llegue alguien algún día y le quite el título, me costará admitirlo.
Pero tío, vaya ojos. Que me recuerdan a cierto personaje de cierto libro.
Y no se me olvidan.
Porque se quitaba las gafas y los veíamos mejor.
Él en nosotros probablemente sólo veía manchas. Pero nosotros a él lo veíamos mejor.
Qué cosas, porque sabemos que no veía una mierda, pero era como si nos traspasara al mirarnos. Sin gafas.

Un dato tonto pero que a mí se me quedó grabado, porque fue una duda eternamente sin resolver. Porque era otra de esas cosas que lo hacían único. Y otra de esas cosas que hace que lo recuerde tan así.

Terminé el instituto, terminó filosofía de primero, terminaron aquellas diapositivas que se nos caían encima, y yo me fui del instituto
sin saber
por qué
te quitabas
las gafas.




Y qué coño, ya no quiero saberlo.
Me gusta más así.

viernes, 8 de junio de 2012


Un rapero.
Sí, sí, un rapero de esos que tienen las cosas claras en su cabeza, las ideas y la poesía listas para soltarlas por un micrófono.
Poesía de esa rápida y extraña, pero que no creo que deje de ser poesía.
Poesía, llamemos, a todas esas palabras bien dichas y ordenadas, bien elegidas y bien puestas.
Potentes, de esas de puñetazo en la mesa.
Cosas que gritarle al mundo.
Un rapero.
Un rapero, pero no de esos que dicen tonterías cursis con una base de fondo que te da dolor de cabeza.
Un rapero, un raperillo de esos de vaqueros que se le caen a posta y de camisetas lisas pero bonitas. De los de gorra, palante y no patrás.
Un rapero bajito, no me preguntéis por qué.
Un rapero cuya mejor arma no es otra que un micrófono, como tiene que ser.
De esos que si hay algo que decir saben qué y cómo.
De esos que valen pero no se lo creen. Ni lo piensan.
Un rapero, un rapero de los de tenis anchos.
Sin cadenas ni colgantes raros.
Un raperillo, sencillo y listo.
Y me lo imagino con el micro del Libertad 8 en la mano, los focos en la cara y sin papel que leer.
Y no sé quién es ni por qué está en mi cabeza.
Un rapero, un rapero de esos que fuera del escenario hablan por los codos de todo y de nada.
De mi edad, quizás.
Con el que tengo la sensación de haberme cruzao alguna vez, pero que creo que en realidad nunca existió.

jueves, 7 de junio de 2012

me interesa

Un blog público.
(se me ocurrió)
Un blog donde no cuente mi vida porque lo puede leer absolutamente cualquier persona y tengo que empezar a ser consciente de eso.
(pensé)
Qué manera de autocensurarme.
(pienso ahora)

¿Público? ¿Para cualquiera? ¿Cosas 'que me interesen'?

Me interesa la gente que ama lo que hace. Me interesa la gente que transmite buen rollo, que sonríe y sin hablarte te dice que le gusta estar donde y como está. Me interesa la gente con ganas de hacer cosas, de vivir y disfrutar. Me interesa la gente que tiene ilusiones, que lucha por lo que quiere por complicado que sea. Me interesa la gente con inquietudes. Musicales. Y tantas otras. Me interesa la gente que se interesa cuando se tiene que interesar y que le da igual cuando le tiene que dar igual. Me interesa la gente auténtica.

Hay días que esa gente no existe y te cabreas.

Pero hay otros días
que los veo por todas partes
y este mundo
es la hostia.

martes, 22 de mayo de 2012

No es gente, son miles de personas.


Los apuntes de publi pueden ser realmente geniales si pones atención donde hay que ponerla. Cómo tratar al público. Y público ya parece una palabra muy fría para nombrar a la gente que te admira, pero de verdad, a la gente a la que le llegas. Siempre me pareció algo muy importante para un artista/ídolo/loquesea/porloquesea. Supongo que es difícil asumir, sin que se te suba demasiado, que le remueves algo por dentro a tanta gente. Pero si hay algo que hace aún más grande a alguien es eso: tratar como uno más a aquel que sabes que te admira, y mucho. Por la ilusión de la que tanto hablo, porque si ya haces a alguien feliz con tu música, con tu cine, con tu lo que sea, más feliz lo haces intercambiando cuatro palabras con él. Y al decir 'la audiencia', decir 'el público' parece que hablamos de simples consumidores. Y no, hablamos de miles y miles de almas que sienten cosas por dentro y que van a esos conciertos movidos por esas cosas.
La cercanía, la naturalidad, el eliminar en cinco segundos el escalón que separa el escenario del público, es algo que se agradece, mucho. 
Y esto viene a esto. Bruce Springsteen se ve que es de esos.




Reflexiones creativas: Pósters

Carlos Holemans

10 de diciembre 2009 - Revista Anuncios. 

Ya hace casi veinte años de la primera vez que me asomé, con la exaltación primeriza de un fan, a la trastienda de los conciertos de rock. A esa industria de ejecutivos con pendientes y botas puntiagudas, pieles de cordero de habilísimos negociantes. Y de anunciantes de extraordinario instinto natural.

Descubrí que cuando alguien arriesga su propio dinero, además de su reputación presente y futura, para llenar un estadio, cuando sabe que puede perder hasta la camisa por una mala noche, llega a desarrollar una sobrenatural habilidad para detectar los resortes emocionales que arrastrarán a la gente a las taquillas. Habilidad que las escuelas de negocios no pueden transmitir. Porque el talento ni se enseña ni se aprende. Sólo se practica.

No podía saber entonces cuánto transformaría mi vida ese primer encuentro con los intestinos de la música en directo. Grandes y perennes amistades. Amores de backstage demasiado turbulentos para mi propio bien. Incluso mi relación sentimental actual, que los dioses del rock’n’roll guarden muchos años.


Sí, la vida me hizo regalos impagables. Como convertir algunos pósters de mi habitación de adolescente en seres de carne y hueso. En 1997, los Rolling Stones llevaban su gira Bridges to Babylon al Orange Bowl de Miami. Al colgarme del cuello la acreditación AAA no sabía lo generoso que el promotor estaba siendo conmigo. Cruzamos control tras control y nadie nos detuvo hasta que llegamos a una puerta que decía Dressing rooms. Sólo los camerinos de los Stones nos estaban vetados. 

Cenamos el catering de la banda, ansiosos e incrédulos como niños. Los hijos de los músicos y técnicos que viajan con el circo Stone jugaban en las maquinas de marcianitos. Delilah, el terrier blanco de Keith Richards, llevaba su propia acreditación colgando del cuello. Charlie Watts, con su elegancia de esfinge, salió brevemente a cenar spaghetti y se sentó a nuestra mesa (que realmente era suya).


Por fin, el gran visir de esa jaima fin de milenio apareció. Con ligereza de gacela, seguido por el guardaespaldas más enorme y más negro que he visto nunca, Mick Jagger cruzó la sala como una brisa. Era quizá consciente de que algún microorganismo oportunista como nosotros podía ser capaz de penetrar en la atmósfera esterilizada del backstage. En efecto, una chica que también debía de conocer a alguien desenfundó una cámara. Con la delicada despreocupación de quien saca un gato al jardín, dos gigantes la tomaron por los codos y, en un suspiro, dejó de estar allí. No creo que el cerebro de MJ llegara a procesar su presencia. Yo tampoco volví a verle tan cerca.

Ahora la otra cara de la moneda.


En 2002, Bruce Springsteen cerró en Barcelona su gira mundial y decidió celebrarlo ofreciendo una copa a su gente en el Hotel Arts. Tras el concierto, con ojos y oídos aún despatarrados, nos invitaron a sumarnos a su fiesta. Fuimos recibidos con esa amabilidad con la que los norteamericanos te abren la puerta de su casa. Una chica de su equipo, con una sonrisa más grande que América, nos señaló un lugar en la barra. Desde allí, un tipo recién duchado, vestido con una camisa negra desabrochada y unas cadenas de plata al cuello, nos hacía señas para que nos acercáramos. Estaba comiendo croquetas y, con la boca llena, nos preguntó qué queríamos tomar. Vino tinto, gracias. Nuestro anfitrión tomaba bourbon a palo seco. 

Nos presentamos. Él, naturalmente, no lo hizo.


¿De dónde sois? ¿Os ha gustado el concierto?
Sí, claro. (¿Cómo no sonar idiota diciendo eso?).
Deberíais haberlo visto desde donde yo estaba. Toda esa gente saltando frente a nosotros y pasándolo bien. Qué energía. Qué gran espectáculo nos han dado.
Después de quince minutos de charla cordialísima, dijo que debía de atender a otros invitados, que nos sintiéramos en nuestra casa y que lo pasáramos bien. Y allá se fue, zalamero, a dejarse sobar y fotografiar.
Qué gran espectáculo le dio el público, había dicho Bruce Springsteen.
He reflexionado muchas veces sobre las diferencias entre esas dos noches. Entre esos dos iconos. Entre esas dos marcas. 
Son dos formas de relacionarse con la gente. Dos formas radicalmente distintas de demostrar respeto por quienes te admiran, por quienes te compran.

Llamar a la gente masa, audiencia o target ya es deshumanizarla un poco. Es tratarla como una sopa de microorganismos, seres amorfos, sin cara ni voz ni cerebro.
Ignorar que la gente, aunque sea mucha, no es horda sino personas reunidas, es ignorar su individualidad, su capacidad para opinar y decidir. Cuando alguien en su libre albedrío decide valorarte, gastarse el dinero en lo que tú vendes o simplemente prestarte atención, lo menos que merece es algo de aprecio. Aunque sólo sea porque muy bien podía haber decidido preferir a otro.
Por muy bueno que tú puedas ser, siempre hay algo de arcano misterioso en el hecho de gustarle a alguien. Y ante el misterio, un respeto. Apreciar a quien te elige o menospreciarle. Ésa es la cuestión.
He conocido anunciantes del tipo Jagger y anunciantes del tipo Springsteen.
Creo que no hace falta aclarar de cuál colgaría un póster en mi despacho.

jueves, 12 de abril de 2012

Di continuidad.

Tenía ganas de actualizar esto pero poco tiempo para escribir nada. Así que os dejo por aquí una de las mejores cosas que le he leído a un tío que suele caer mal, aunque a mi me cae muy bien, y me encanta como escribe.
La clara demostración de que no es sólo lo que sale por la tele, es mucho más. Y a mí me alucina.


El artículo iba en uno de sus libros, publicado en 2008, y el tema de la educación, que yo recuerde, no estaba tan de moda todavía.


La continuidad está sobrevalorada. Cuarenta años de matrimonio, doce meses en China, diez años de contable jefe, seis estudiando francés. Pero no te engañes. Durar mucho haciendo algo no siempre es bueno. Y si no, mira la dictadura de Franco, cualquier monopolio, Ana Obregón o el Grand Prix de Ramón García.
Yo creo que todo empieza en la educación. Siendo todos tan diferentes, no entiendo cómo se nos ha educado para tratar de conseguir el mismo objetivo – en teoría, ser feliz- actuando todos siempre de la misma manera.
La educación que estamos viviendo en muchos países de cultura occidental dista mucho de lo que en mi opinión debería ser, un proceso de autodescubrimiento, autoconocimiento y autogestión. La educación que yo veo, y la que he sufrido en mis propias carnes, es más un proceso de autoanulación, autoaburrimiento y autohomogeneización, tanto a nivel de contenidos como de formas de no pensar.
No interesa el estudiante que más inventa, sino el que más conoce sobre lo ya inventado. No triunfa el estudiante que más aprende, sino el que más recuerda. No interesa el que más pregunta, sino el que más responde. Siempre hechos conocidos, jamás intuiciones por descubrir. ¿Te imaginas que en la vida pasase igual? Los historiadores dirigirían los destinos de la humanidad, bueno, bien pensado, igual nos iba mejor.
En fin, una vez leí que el tutor de Leonardo da Vinci, que no lo debió pasar fácil, lo que jamás hizo fue darle respuestas al joven Leo. Ante cualquier pregunta de su aprendiz, antes de dar la respuesta «correcta», siempre antepuso la misma pregunta: « ¿Y tú qué crees?»
Nadie se preocupa por enseñarnos a aprender, y ése es nuestro primer drama. Y la vida, crecer, es un proceso de aprendizaje. El que antes aprende, antes llega a donde quiera.
Crecer es aprender a despedirse. Ése, como digo, fue mi primer drama, y creo que nos pasa a todos. El día que te das cuenta de que crecer va a significar despedirse de personas, situaciones, emociones, memorias, ilusiones e incluso amigos que se supone iban a ser para toda la vida. El día que ves que crecer significa conocer cada día más a gente que ya murió. El día que te das cuenta de que hoy te despides mejor que hace un año. Que ya no te sorprende que la gente desaparezca de tu vida. Ese día estás aprendiendo a decir adiós, ese día estás creciendo.
El segundo drama es que nadie se ocupa de enseñarnos a manejar nuestras emociones, nuestras intuiciones y nuestros sentimientos, y si acaso prefieren que gestionemos esa parte tan burda y patéticamente fungible que es la memoria, un disco duro bastante limitadito del que, con los años, poco o nada podremos rescatar para la vida real. Se supone que la memoria nos va a ayudar a tomar decisiones y así no repetir los errores históricos.
Señores y señoras profesores, en un mundo como en el que vivimos, en el mundo post-Internet, en el mundo de Youtube, el mundo de los canales temáticos, de las videoconsolas, del cibersexo, de las guerras preventivas, del cambio climático, de la biotecnología, de la clonación, de la telerrealidad, en este mundo en el que lo único constante es el cambio, díganme a la cara qué decisiones de hace un año nos pueden dar pistas sobre decisiones que debemos tomar hoy.
Cómo es posible que todo el entorno empresarial esté obsesionado con lo que llaman gestión del cambio, mientras en los entornos docentes se siga enseñando a la manera de nuestros abuelos. Cómo es posible que nadie nos enseñe a gestionar nuestra vida personal.
Un día te despiertas y tienes 40 años, dos hipotecas que no te puedes permitir, una ex mujer que hace tiempo que chilla en vez de hablar, unos hijos que te odian tanto como aman a tu cartera, y un trabajo del que pronto te van a prejubilar para que dejes de tocar los cojones y puedan poner a un chaval recién salido del nido, pero eso sí, que tenga tres masters, dos carreras y que cobre menos de lo que cuesta un alquiler. Un día te das cuenta de que el mundo ha cambiado, y a ti nadie te avisó. Ese día vete a pedirle responsabilidades al ministro/-a de Educación.
Al final, muy luego, te das cuenta de que la única manera de responderse a las grandes preguntas, esas que son eternas, y encima pretender ser feliz, es ir cambiando las respuestas. Y ahí es donde vuelve a ser importante la idea de discontinuidad.
Yo estoy aprendiendo –poco a poco- a luchar por los conceptos, y no por sus aplicaciones concretas. Estar enamorado de estar enamorado. Trabajar para seguir trabajando. Aprender a aprender. Desear el deseo. Ilusionarme por la ilusión. Rechazar el rechazo. Tenerle miedo al miedo.
Quedarme con el continente pese a que vaya cambiando el contenido. Es más, ser consciente de que para que siga teniendo el primero tendré que ir renovando el segundo.
No sé si me ayudará mucho, pero de momento, y como decía el Massons, si non é vero, é ben trobatto.

Risto Mejide, El Pensamiento negativo.

sábado, 17 de marzo de 2012

Andy Warhol, gafapasta hasta ofender.

Tengo una asignatura en mi maravilloso doble grado que se llama Historia de los medios audiovisuales.
Es el mismo profesor -iraní, por cierto, no utiliza artículos hablando, es todo un personaje- para la teórica y para la práctica. En la teórica se dedica a vomitar todo tipo de información sobre el período que estemos dando en ese momento, acompañado de un bonito power point con foticos de las películas de las que va hablando, y en la práctica pues nos pone trocitos de esas películas y nos va ejemplificando con imágenes lo dicho en la teoría el día anterior.

Que por qué os cuento esto, diréis.
Bueno, pues resulta que el miércoles en la teoría dimos el cine vanguardista, con lo cual el jueves tocó profundizar un poquito con imágenes en este cine surrealista.
Buñuel and company, para los entendidos.
Sinceramente todo esto de romper con lo establecido es algo que siempre me ha llamado la atención, porque era gente que estaba, como poco, como una cabra, y se les iba la olla de tal manera que a veces le salían cosas curiosas, o al menos eso es lo que opinaba yo de las vanguardias con lo que sabía de haberlo dado en Historia del arte en el instituto.

Aunque en realidad, no dejan de ser cuatro gafapastas que dijeron 'no, yo es que lo que tú haces no me gusta porque lo hace todo el mundo, voy a coger una rueda y la voy a poner en un museo, y voy a convertir lo cotidiano en arte' (cortesía del señor Duchamp).
Pues bueno, me parece una ida de olla, pero vale, sin más. Luego encima la gente te adorará por coger una rueda y ponerla en un museo.
Aunque yo siempre me pregunté dónde está el límite y quién es el que define lo que vale y lo que no, porque si no esto es un cachondeo y ya puestos, cojo la batería del odenador que la tengo aquí al lado, la pinto de rojo y voilá, ya podéis adoorarme porque soy la vanguardia de la vanguardia.

El caso es que en el cine también hubo cuatro guays que decidieron diferenciarse y hacer cine vanguardista, surrealista y todo eso. Buñuel pues mezclaba cosas medio reales con sueños, eran relatos un poco sin sentido aparente pero bueno, tenía que ver mucho con todo el mundo del subconsciente y blablablá, que oye, pues hay que reconocerle la originalidad, por lo menos. Y me parece muy curioso que alguien alguna vez haya intentado sacar de nuestra cabeza algo que nunca sale y algo tan complejo como son los sueños.

Y bueno, después de este rollo del subconsciente y de algunas gentecillas más además de Buñuel, llegó Warhol, Andy Warhol.




Es importante recordar que este hombre es el mismo que considera arte un plátano y una lata de tomate.
Y tiene una pandilla de hippiecolgaos detrás que se ponen un póster de una lata de tomate en su habitación. Yo ahí no voy a entrar a valorar.

El gafapasta de Warhol hizo muchas más cosas además de su famoso plátano, pero me gustaría destacar una: su película llamada 'Sleep'.
Siendo el que considera que un plátano es un obra de arte, espero que tengáis curiosidad por esta película, pero que nunca, nunca, la veais.
En esta película vemos durante CINCO HORAS un poeta durmiendo. No hace nada más, sólo dormir.
Y ojo, que esto está en los museos.





Y sí, bueno, el Warhol este planifica y no sólo nos enseña la cara del poeta dormido, de repente cambia a una mano durante cinco minutos, luego cambia a un trozo de ropa que no sabes qué es durante media hora, luego sale otro plano del tío frito y así sucesivamente durante 321 minutos.
Esto pues supera a la lata de tomate por goleada.



Y a mí pues me parece hasta una falta de respeto. Cinco horas de un tío durmiendo. ¿Pero de verdad este hombre se creía que alguien iba a ver su mierda de película? A mí me parece tener mucho morro y reírse del público en su cara.
Tal era mi grado de indignación en clase que mis apuntes dicen lo siguiente: 5h de un poeta durmiendo. La estupidez del año. No es un espectáculo cinematográfico, hay que contextualizarlo dentro del cine abstracto. Surrealismo, sueños, literalmente. Una metáfora tan profunda que no la entiende ni dios, ni con contexto ni sin contexto y encima tenemos que estudiarlo.

A todo esto mientras el profesor hablaba teníamos de fondo al colega durmiendo.

Y esto es arte. Claro. Minimalista. Sí. Reducirlo todo a su mínimo. Je.

Yo sólo pude celebrar interiormente que las intervenciones de mis compañeros fuesen para decir que les parecía una gilipollez, porque con tanto indie últimamente, pensaba que en cualquier momento alguien levantaría la mano para decir, sonriendo y con los ojos brillosos, que le parecía una genialidad.

Podéis deleitaros:




A mí personalmente lo que hizo este tío hasta me cabrea, y me ofende que a eso se le llame cine cuando se le debería llamar estupidez. Pero bueno, supongo que ha conseguido lo que quería, que era provocar y cabrear al público y que en eso consistía la bromita.
Yo lo veo una pérdida de tiempo y de dinero. Tan indie, que se ha pasao de moderno.

Pero claro, los expertos no opinarán lo mismo.

No os invito a que veais la película, pero sí a que investiguéis las gilipolleces que hizo Warhol en el cine: Sleep, 5h de poeta durmiendo; Empire, 8h de la imagen de la punta de un rascacielos; 25h de una que se llama Four Stars que ni he mirao de qué va; 1h de imágenes de besos en Kiss; Haircut es un tío cortándole el pelo a otro; Eat un tío comiendo...

Y así sucesivas obras de arte.

Qué queréis que os diga, prefiero la rueda en el museo. Le veo más sentido a buscar el arte en lo cotidiano (que lo traduzco en algo así como disfrutar de cada cosa y de cada momento como únicos que son) que a grabar a un tío frito durante cinco horas.

sábado, 10 de marzo de 2012

Mitomanía, capítulo 1.

Muchas veces me han dicho que no tengo criterio y que nadie me cae mal, pero yo no creo que eso sea cierto, simplemente hay gente que, por una cosa o por otra, me parecen admirables, o al menos, esa parte que conozco de ellos, ya que los medios casi siempre sólo nos dejan ver un trocito.
Agárrense a sitios de agarrar, como diría Toni Garrido, porque parrafada va, y no puede ser menos.

No es difícil saber - si seguís mi tuiter y mi facebook últimamente- que una de esas personas es Rodrigo Cortés. Director de cine español. Al que probablemente inevitablemente termine pasándole esta entrada por tuiter, que no sé si llegará a leerla o no -más teniendo en cuenta que no pienso resumir, porque os lo quiero contar con todo detalle- pero viendo que está prestándole atención a todas y cada una de sus menciones... pues me haría ilusión. Aunque, todo sea dicho, me da mucho corte hacerlo... al final, tarde o temprano, terminaré haciéndolo 'sin pensar'. Siempre me pasa. Ojalá esto en el directo también fuese así de fácil. Lo de hacer las cosas que me dan corte sin pensarlas.
Pero bueno, que me lío.

Por qué admirar a este hombre.

Punto uno, y el 'cómo lo conocí': Buried. Enterrado. Una película que si no habéis visto, tenéis que ver. Soy la primera persona que pensaba que no aguantaría 90 minutos dentro de un ataúd, y que no era posible hacer una película de esa duración sólo dentro de un ataúd. Pero me rompió todos los esquemas y lo hizo, y además muy bien. Brutal. Increíble. Aunque hace poco me enteré (vaya fan yo) que el guión no era suyo, de igual manera fue él quien fue capaz de hacer una película que nadie se atrevía a hacer. Me acuerdo que la vi tirada en el colchón que hay en el sótano de mi casa, este verano, y sólo hacía agarrarme a un cojín cada vez más fuerte... no sé cómo describir aquellas sensaciones, emocionantes, intrigantes... no lo sé, pero me tuvo hora y media sin pestañear y totalmente metida en ese ataúd con Paul Conroy. Impresionante.

Continúa mi historia sobre este hombrecillo en twitter. Poco que decir, porque no entendía muy bien si es que vivía en un AVE o si estaba obsesionado o si iba a hacer una peli sobre ello o qué estaba pasando. Me acuerdo que llegué a decirle a una amiga que iba en ese supuesto mismo AVE un día algo así como "a ver si te cruzas con Rodrigo Cortés", y ella me contestó que él llevaba tuiteando desde ese AVE muchos días, y que ya no sabía qué era cierto y qué no. Enigmas de la vida.

Y saltamos ya a LUCES ROJAS. Realmente no sé cuándo comenzó mi interés por esta película. Tal vez tuiter, tal vez Toni Garrido entrevistándolo... hasta que una amiga de Salamanca me contó que estuvo en el preestreno allí, que la película le pareció la hostia y que pudo incluso hablar con el permanentemente sonriente Rodrigo, y hacerse una foto con él.

Mientras me decidía o no a ir a ver la película (léase mientras esperaba el día del espectador) me ví Concursante, la primera peli de Rodrigo. No voy a mentir, no me gustó. Demasiada economía para mí. Así que para aquellos que dicen que no tengo criterio y que cuando admiro a alguien dejo de ser objetiva... pues no, Concursante no me gustó. Muchos números. Aunque sólo hago leer buenas críticas, a lo mejor algún día le doy otra oportunidad.

Llego el día, fui a ver sus Luces Rojas. Sola, de repente. Porque si espero a la gente al final no voy. Porque la gente no suele estar muy dispuesta a gastarse dinero en cine 'si me puedo bajar la peli'. Que no, joder, que no. Que no es lo mismo. Que hay que ir al cine. El caso es que fui, no sin antes decirle al señor director por tuiter, que iba a ver su peli. Y sorpresa mía que me contestó. Y me dí cuenta de que se estaba entreteniendo a contestar a absolutamente todas las menciones que le llegaban. Algo que no hace NADIE. Nadie con más de cierto número de seguidores, quiero decir. Y él ya va por los veinte mil y pico, creo. Dice que es lo mínimo que puede hacer para agradecerle a la gente que esté gastando tiempo y dinero en su proyecto. ¿No es genial?

De la peli no quiero hablaros porque tenéis que verla. No es Buried. Es una película muy diferente. Hay gente que me ha dicho que no le han gustado algunas cosas, a mí, sinceramente, me parece una peli redonda. Alucinante. Y ya está, no os digo más porque quiero que la veáis, sólo os digo que no sé qué hacéis que no vais YA. Yo me estoy planteando una segunda vez.
Es una peli que te persigue, que no acaba en los créditos, salí de allí y me retumbaba la última frase en la cabeza. Y salí pensando que estudio lo que estudio porque existen pelis como Luces Rojas. Y me faltaron redes sociales para contarlo.



Y venga entrevistas, Otra Movida, El Mundo, En días como hoy, Onda Cero, El Hormiguero, Vídeo Encuentros de Antena 3 y mil millones de sitios donde aparecía el director y guionista. Además del permanente tuiter en el que no deja de contestarle a todas y cada una de las personitas que le dicen algo. Yo ya llevo tres, y la ilusión que me hace. Y me estoy aguantando las ganas de decirle más cosas.

Me ha conquistao peli a peli y entrevista a entrevista, tuit a tuit. Porque este hombre no sólo es un talento increíble (que, a todo esto, no estudió cine, a saber qué) sino que es un tío guay. Y me explico: no son pocos los 'famosos' que se hartan de retuitear buenas críticas ya sea a modo de publicidad o a modo de 'joder, qué ilusión que me digan esto, ¡¡mirad lo que me dicen!!' (que bueno, visto desde ese lado humilde y desde ese 'me hace ilusión que guste lo que hago y quiero compartirlo', no está mal el retweet tampoco), pues bien, aquí el amigo no ha hecho ni un sólo retweet -o tal vez alguno que a mí se me haya escapao, pero se contarán con los dedos de una mano- de los cientos de comentarios halagadores que le están llegando.
Humildad, se llama. A veces, exagerada. Me he visto y me he leído y me he escuchado toda entrevista suya con la que me he cruzado y creo que puedo decir que el exceso de humildad a veces podemos traducirlo en baja autoestima. Ayer me dió esa sensación por un segundo. Espero haberme equivocado, no sé, fue una sensación extraña.
El caso es que, sea como sea, lo importante es que un flipao de la vida no es. Y eso es lo que lo hace cada día un poquito más grande.
Eso, y que escucharlo hablar es quedarte embobado. Por lo que dice y por cómo lo dice. Creo que sería un magnífico profesor. La manera de explicar las cosas, de expresarse, de hablar, de responder a las preguntas, de elegir y ordenar las palabras y de utilizar metáforas mediante las que todo queda clarísimamente claro. Y, además, bonito.
Y siempre sonriendo y agradeciendo y feliz. Y con ese toque de cachondeo que no puede evitar y que, reconozcamos, me encanta. Ese punto de 'está como una cabra' (en el mejor sentido) que tienen (y deben tener) todos los creadores. Sin ir más lejos, anoche tuiteaba desde un VIPS con un amigo una foto del mantel. Y después una foto de la foto del mantel. Y después una foto de la foto de la foto... en fin, making of sobre making of. Y decía "Making of TOTAL, sin ángulos muertos"... como una cabra, lo que os diga, y menos mal.
Pero se le ve tan natural, tan auténtico.
Alguien que se ve que le apasiona lo que hace, y cada vez veo menos gente así.
Que tenga las cosas tan claras, que las exprese tan bien y que no sólo no termine de creerse su éxito, sino que sea totalmente consciente de que en cualquier momento puede llegar el fracaso, ese 'Robert de Niro me había dado el sí, pero no pensábamos contárselo a nadie, quedaban 100 escalones y nos podíamos caer en cualquiera, y eso incluía el 99'.
Y que cuente la misma historia por quinta vez, que yo ya me la sepa, y que quiera escucharla otra vez.

Luces Rojas. Notas discordantes. Cosas que no deberían estar ahí.

Tantas y tan grandes reflexiones y frases en esas entrevistas... es que si de verdad es lo que sale por la tele, es guay.
Y ayer me vi unos cuantos cortos que encontré suyos por youtube. Unos mejores que otros, (genial verlo actuar) pero muy suyos. Experto en construir personajes.

Ya hace un tiempo decidí que quiero ser guionista, pero en mi maravilloso doble grado no piensan enseñarme, así que un día me puse a mirar másters y fiché el de Globomedia en la Rey Juan Carlos.
Cierta amiga de Salamanca me dijo que este que os cuento que 'sería un magnífico profesor por cómo lo expresa todo' da clases en el máster de guión de la Universidad de Salamanca.

Yo sólo sé que por estas cosas, por pelis como esta y por gente como él, me entran más y más ganas de meterme en ese mundo, de hacer cosas, ya.


Tienes que ser muy consciente de que decepcionas a alguien desde el mmomento en el que te levantas por la mañana. Si tú tratas de poner tus decisiones en manos de las expectativas de unos y otros estás perdido, entre otras cosas porque cada uno tiene expectativas diferentes y si complaces a unos, decepcionas a otros, y si complaces a otros, decepcionas a unos, y si complaces a todos te decepcionans a ti.
Solamente puedes pensar en una historia que te resulte potencialmente apasionante.

Rodrigo Cortés.

domingo, 22 de enero de 2012

Socialholic

En el período comprendido entre 2008 y 2011 el número de usuarios de redes sociales se duplicó. Un 31 por ciento de ellos entra en Facebook varias veces al día. En España, ocho de cada diez internautas usa Facebook, de los cuales un 35 por ciento usa Tuenti dedicándole una media de dos horas por sesión (...)


Estas cifras constatan que el consumo de redes sociales no es una moda pasajera sino que ya es un hábito. Se perfila así la figura del socialholic, (...) un adicto a la actualidad que siente la necesidad de estar informado constantemente ya sea por medio de suscripciones o por la búsqueda activa en la red. Una persona que aprecia el valor de compartir en comunidad y se expone ante los demas a través de los medios sociales a cambio de aprendizaje, reconocimiento y experiencia.



Y esto, amigos, es la sinopsis de un libro llamado "#Socialholic" (sí, con sus sotenido -almohadilla para los no músicos- y todo) de unos hermanos apellidados Polo que no tengo ni idea de quiénes son. Bueno, todo lo que viene después habla de marketing en medios sociales, de la importancia de la figura del socialholic en el marketing y la publicidad y todo eso.


¿Que por qué os cuento esto? Porque he encontrado un nombre para este vicio mío a las redes sociales, y suena mucho mejor que vicio. Lo cierto es que siempre me pareció injusto llamarlo vicio, como si fuera simplemente un mal hábito que en algún momento debería dejar. Adicta a comunicarme con el mundo suena demasiado hippie, ¿no? Pero ya no es sólo expresarme yo, sino leer y ver qué está pasando en el mundo, y no me refiero con esto a leer un periódico, sino estar al tanto de lo que pasa a mi alrededor, en el mundo que más me interesa, a la gente a la que admiro y todo ese rollo. Si es que ahí arriba lo clavan: "un adicto a la actualidad que siente la necesidad de estar informado constantemente".


Quería empezar un blog desde hace tiempo, y de hecho este lleva un mes creado, esperando a que terminaran los exámenes. Y quería empezarlo por eso de mi necesidad de comunicación constante. Que Twitter está muy bien, y Facebook y Tuenti y todo eso, pero como dice el gran Berto Romero en el por qué de un blog, las redes han fragmentado demasiado los discursos. Nos hemos resignado a los 140 caracteres, y para mí nunca fueron suficientes, sino más cómodos. Un blog me dejará expresarme más y mejor, aunque siempre con límites que si no no me va a leer ni dios, que ya estamos demasiado acostumbrados a un mundo rápido y veloz y no somos capaces de leer más de cinco líneas.


Welcome!