A mi derecha un chico y una chica hablando de las
diferencias entre Málaga y Sevilla. Ella va a ir de viaje a Sevilla, él intuyo
que es malagueño, por ese acento y porque acaba de decir que Sevilla es más
cerrada y más clasista. Me interesa su conversación pero a mi izquierda hay un
grupo de cuatro chicos y una chica, ella con rastas recogidas en un gran moño,
que no dejan de hablar muy alto no sé qué de la universidad. No escucho bien al
malagueño y me molesta, pero de repente uno de los tíos del grupo de la
izquierda dice algo así como que la felicidad es sentirse autorrealizado y ya
está, y deja de interesarme Málaga y Sevilla para ver qué opinan estos
universitarios de la felicidad. El chico de blanco, el que habla alto, sigue
diciendo que realmente él tiene una vida de puta madre, con esas palabras, y
que eso le hace pensar que los problemas que pueda tener son todos
solucionables… estás triste por una piba, pues habla con tus amigos, eres un
cafre estudiando… pues ponte a estudiar… no sé, -dice-, creo que estamos
bastante bien y todos los problemas son pocos. Pienso que este chaval no lo ha
pasado mal en la vida, seguramente. Y en ese momento uno de sus amigos, sentado
delante de él, a su izquierda, con pendientes y barba de unos días, le suelta
algo así como ya, tío, pero hay cosas que
no se pueden controlar. Entonces empieza a hablar de una época en la que
tenía muchos ataques de ansiedad muy fuertes, habla del corazón aceleradísimo, de
sensación de ahogo aunque no se ahogaba, de presión en el pecho y de
hiperventilar, respirar cada vez más rápido y pensar realmente que le iba a dar
un infarto al minuto siguiente, de querer pedir ayuda.
El primero entonces se queda callado, cuando la chica añade
que tenía una amiga que le pasaba igual, que siempre decía que era la peor
sensación que había sentido nunca, que pensaba de verdad que se moría, que
estuvo un tiempo de psiquiatras y psicólogos y le dieron pastillas. El de
pendientes dice para mi sorpresa que eso es lo peor, que qué necesidad hay de
pastillas, que es como decirte que te drogues en vez de que te enfrentes a tus
problemas y a la vida. Me sorprende, pensaba que las pastillas estaban para ayudar.
Intento no mirarlos mucho pero a veces me dan ganas de intervenir.
Entonces el de blanco le pregunta al de los pendientes que
qué opina su psicoanalista de eso, que qué tal le va. El de los pendientes
empieza a contar que su psicoanalista no suele decir mucho, que le hace algunas
preguntas y hablan de cosas que le pasan, de qué opina de otras cosas en su
vida. Dice que hace poco estuvieron hablando de cuál es el papel que juegan los
porros en su vida, que qué significan, no por qué fuma, sino qué significan. Hablan
como muy de verdad, muy a gusto y muy en confianza. El de los pendientes parece
estar contento con su terapia, y su amigo el de blanco le dice que hablar es lo
mejor, y muy importante para sentirse autorrealizado, volviendo a lo de antes.
Dice que hace poco le decía una amiga –o una novia, quién
sabe, dice el nombre pero no sé a quién se refiere, obviamente-, que no
entiende por qué sus amigas sólo quieren salir a una terraza y hablar sin estar
haciendo nada, que ella quería hacer muchas más cosas, no estar sentada y
hablar y ya está. Y él dice con mucho entusiasmo que eso es absolutamente lo
que más le llena, sentarse y hablar con tu gente. Los demás están totalmente de
acuerdo, el de la barba habla de lo importante que es tener gente en la que
confiar y a la que contarle cosas, hablan de que eso es muy importante para
tener seguridad en ti mismo y autorrealizarte. El de blanco sigue diciendo que
cuando ha estado de bajón algunos días, lo que más le llena es quedarse toda la
tarde en la ‘facu’ con ellos… a mí los
ratos de césped con vosotros me llenan, me hacen sentirme mucho mejor. No sé, tío, nos queremos y cuando estamos
juntos estamos bien. Dice algo así mientras los demás asienten, y el de la
barba añade que cuando queda con sus colegas, sabe que son sus colegas,
sabe que está formando parte de algo, de un grupo donde hay mucha confianza y
donde se siente muy bien consigo mismo y con los demás. Un cuarto, que lleva
todo el viaje callado, avisa de que se va a poner muy técnico antes de decir
que él, en los grupos de apoyo social, habla siempre ya no tanto de lo que
significa formar parte de un grupo y sentirte bien dentro de él sino crearlo.
Sentir que formas parte de algo que habéis creado sólo vosotros. Estar bien
contigo, estar bien con los demás, estar bien en compañía. El de blanco cree que
para la felicidad y la autorrealización todo eso es vital y no entiende cómo
otra gente puede no valorarlo.
El chico malagueño está ya criticando al CEU y
yo casi quiero sentarme con los universitarios, que vienen de la Autónoma
seguramente, y preguntarles si puedo ser su amiga. Pero con toda la pena del
mundo me tengo que levantar, hemos llegado a Sol y yo acabo de escuchar una de
las conversaciones más sinceras que he escuchado en un cercanías. Hasta pronto, desconocidos.